Falsarius, el cocinero impostor




Una pequeña cocina (de gas, de gas) y unas cuantas latas de conserva, botes y congelados componen su universo. Es Falsarius Chef, "el cocinero más perseguido por los puristas de la gastronomía y un héroe para los que no tienen tiempo para cocinar", según su propia definición.

Siempre oculto tras unas gafas y una nariz falsa, "con las que claramente nadie me puede reconocer", evita, dice, que le localicen las mafias internacionales de chefs que quieren liquidarle por desvelar sus secretos. Porque él, Falsarius, se ha erigido en ídolo del ciudadano de a pie con poco tiempo, poca habilidad o pocas ganas de recrearse en los fogones porque el resultado habrá de degustarlo en solitario.

Falsarius Chef lleva cinco años cocinando platos sencillos que parecen complejos, recetas rápidas con las que das la impresión de haber estado toda la mañana en la cocina. Ahora, recopila sus mejores platos en 'Grandes éxitos de la cocina para impostores' (Plaza & Janés), en el que no falta su célebre arroz hueboloñesa, su sopa de ajo sin abuela o sus hojaldres de bonito 'engaña-amigos'.

Pregunta.- ¿Tú de dónde sales?

Como Jesucristo, que era un niño y luego empezó su vida pública, la mía se inicia en 2007, cuando nace el blog de Falsarius. Comencé a escribirlo para mí, para no olvidar mis 'imposturas'. Y, sorprendentemente empezó a entrar un montón de gente. Después publiqué 'Cocina para impostores', que ya lleva nueve ediciones, me llamaron para la televisión, de la radio... Una 'vorágine Falsarius' que nos ha llevado muchos libros después a culminar en estos 'Grandes éxitos de la cocina'. Ya soy como Camela, sólo me falta que se venda en las gasolineras.

P.- ¿Cómo definirías es la cocina impostora?

Es la que se hace con latas, botes, congelados y tres cositas del 'súper' de la esquina. Cocina sencilla, que no complica la vida y consigue resultados estupendos. Eso sí, hay que utilizar algún producto natural fácil de encontrar en el súper: una cebolla, puerros... Sobre todo para engañar adecuadamente al invitado. Si simplemente le abres la lata no cuela. Se trata de abrir una lata, ponérsela y que no se note que es una lata. Darle ese giro, aplicarle esa 'taumaturgia' (que no tengo ni idea de lo que significa, pero queda precioso), y se consiguen cosas muy ricas.

Al principio era muy fácil porque las recetas salían solas, pero cuando llevas ya varios años, te lo tienes que currar y hacer mucho experimento. Además yo no publico una receta hasta que no está debidamente cotejada con varias cobayas, sin que se haya muerto ninguna.

P.- ¿Ninguna demanda por intoxicación entonces?

No. De hecho hay gente que me dice que la cocina impostora le ha cambiado la vida; yo me conformo con no quitársela. Es lo bueno de Internet, hay mucha interactividad, me escribe gente diciendo: "Yo no había entrado en la cocina más que para coger hielo para los cubatas, y de repente empecé con tus recetas y vi que cocinaba y funcionaba, me he ido animando y hago de todo". Me gustan esos y las amas de casa de toda la vida que me dicen "Me pasaba toda la mañana cocinando, llegaba mi familia, se lo comía en dos minutos, y encima me ponían mala cara. Descubrí tus recetas y dije: 'Pues lo mismo, pero en 10 minutos'".

P.- ¿Siempre te has dedicado a esto? ¿Falsarius siempre ha sido Falsarius?

Los impostores no tenemos pasado.

P.- ¿En estos tiempos de apreturas, es la lata de conserva la reina?

En tiempos de crisis este tipo de cocina sencilla, muy de 'súper', permite hacernos comidas ricas por dos perras. Eso anima. Es una de las claves: comer lo que uno mismo ha cocinado te sube la moral. Decirte: "Soy el Adrià del barrio de Usera", por ejemplo. En tiempos de crisis tener la moral alta viene muy bien.

P.- ¿Estas recetas qué son, de las que pasan de generación en generación?

Salvo algún clásico de la impostura nacional de toda la vida que no me he resistido a poner, el 99% son recetas originales. La versión impostora es inédita, pretendo eso, dar una vuelta de tuerca. Por ejemplo, la sopa de ajo la hago con una bolsita de picatostes del 'súper'. Por eso les pongo nombres raros.

P.- A las marcas que citas, ¿les sacas todo su jugo?

Empecé a citar marcas desde el principio porque la gente me preguntaba cuáles usaba. Es publicidad totalmente gratuita; soy un chollo.

P.- ¿Seguro?

Solo tengo patrocinio en los vídeos que hago, y además lo aviso, porque soy muy honesto. Ahora estoy con Gas Natural, yo hago lo que quiero, y ellos ponen el fuego. El gas es genial, lo regulas, lo ves... Soy un fan absoluto del gas. Tengo suerte porque los patrocinios que he tenido han sido de cosas que me gustan, entre otras cosas porque no los permitiría si no me gustaran; soy así de chulo. Si no crees en lo que está detrás de tu producto, menudo coñazo.

P.- ¿Aceptarías entonces un patrocinio de Bankia?

El patrocinio se lo tendría que hacer yo. Tocaríamos a 500 euros cada uno. Qué putada, cabrones, ¡gentuza! Ponlo así por favor.

P.- En tiempos de crisis, ¿tú te lo guisas, tú te lo comes?

Me veo obligado a consumir cocina impostora porque me falta tiempo para otra cosa. Eso no quita que muy de vez en cuando me dé un homenaje en el Puerto de Santa María, donde vivo.

P.- ¿Que hay de cierto en que te persiguen mafias internacionales de chefs por desvelar sus secretos?

Estamos haciendo un daño terrible a los chefs tradicionales, que tenían su coto. No querían que nadie supiera cocinar, por eso se inventan máquinas raras, el nitrógeno líquido... Todo para alejar la cocina de la gente y que tengamos que ir al restaurante a gastarnos la pasta. Yo estoy convirtiendo a cada humilde ciudadano en un chef de primera. Me odian. Por eso voy con gafas y nariz falsa.

P.- ¿Hay quien vende mucho humo camuflado de nitrógeno y poca sustancia? ¿Hay otros Falsarius entre los cocineros estrella?

Hay cocineros maravillosos, que son en realidad cuatro o cinco que investigan y hacen un espléndido trabajo. Y luego hay una rémora de caraduras y capullos que sin ningún talento y creatividad se apuntan a ese carro y te venden unas puñetas que da lástima. Un plato vacío con una pizquita de algo en el centro y muchos colorines... ¡A mí dame una buena fabada y un rabo de toro con sus patatas! Como en todos los negocios, hay unos poquitos muy buenos y mucho jeta. Como en los bancos... Bueno, la verdad es que ahí no sé si hay alguno bueno.

P.- ¿Está suficientemente reconocido el papel de Falsarius a la hora de acercar la cocina a la calle?

Se podría hacer mucho más. Por ejemplo, con dinero [risas]. Estoy contento de la acogida que ha tenido Falsarius, nunca pensé que llegaría hasta aquí, con tal número de seguidores en Facebook, en el blog, oyentes en la radio que protestan si me tomo el sábado libre porque les dejo sin receta... Me siento muy reconocido. Jamás pensé que con esta chorrada llegara a ningún sitio.

P.- Dices que si alguien duda de la autenticidad del plato, mejor morir negando...

Hay mucha gente que se rinde a la primera. Un impostor no se puede venir abajo nunca. Tú dices: "Esto lo he hecho yo", y por lo menos siembras la duda. Eso sí, hay que tener la precaución de esconder las latas debidamente. Si aún así el invitado mira la basura, di que son de comida para gatos.

P.- ¿Qué es lo próximo?

Lo próximo probablemente sea otra novela, en la línea de 'Fabada a muerte en Cocina Fusión'. Un libro en el que salía gente que hay quien dice que se parece a cocineros reales, un tal Sarriá, o Balzac... La gente es que saca unos parecidos... Estoy trabajando en otra novela que espero rematar este verano e igual me cuesta el exilio, porque me paso 27 pueblos y en temas delicados.

*Entrevista extraida de el periódico El Mundo

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